Una de las cosas que más transformaron mi forma de fotografiar fauna fue aprender a bajar la cámara. Ponerme al ras del suelo no solo cambió la estética de mis fotos, sino también la forma en que me conecto con lo que estoy fotografiando, teniendo en cuenta que la mayoría de mis fotografías ocurren en sitios como costas de mar o lagunas, para mí es fundamental esta técnica fotográfica.

¿Por qué?

Cuando decidís fotografiar desde abajo, dejás de mirar desde tu altura y empezás a ver el mundo desde la altura del animal.

Las fotos se sienten mucho más cercanas, más íntimas. El fondo se desenfoca de una forma hermosa, los primeros planos empiezan a tener textura, profundidad, y tenés una imagen que transmite muchísimo más que solo un registro.

Además, al nivel del suelo, el animal ya no se ve pequeño ni "desde arriba". Se vuelve protagonista. La escena gana fuerza.

¿Qué tengo en cuenta al momento de disparar?

Cuando estoy en esa posición baja, trato de prestar atención a varias cosas:

- Foco en los ojos: la profundidad de campo es tan fina que si no clavo el foco ahí, la foto pierde fuerza.

- Jugar con el fondo y el primer plano: muchas veces hay pasto, flores, piedritas… todo eso le suma a la foto si lo incluyo de forma creativa.

- Si hay buen bokeh, mejor: suelo usar aperturas como (f/5.6, f/6.3), pero si el animal se mueve mucho, cierro un poco para no perder nitidez (f/8, f/9).

- Y sobre todo, no apurarme: la mayoría de mis mejores fotos al ras del suelo salieron después de estar un buen rato quieto, esperando que el animal se acerque solo.

El respeto

Nunca me meto en el espacio del animal. Prefiero esperar. Si veo que está incómodo, me corro. El objetivo no es solo la foto, sino la experiencia. Quiero que el animal siga su vida como si yo no estuviera. Y si lográs una foto así, sin haber intervenido nada… la satisfacción es otra.