FLAMMEUS: EL COLOR DE LA LLAMA

A finales del mes de agosto, y después de ocho años deseándolo, logré encontrarme con una especie de búho muy difícil de ver en Argentina. La degradación de su hábitat, el uso de agroquímicos y la desecación de cuerpos de agua con vegetación circundante son algunas de las causas de su difícil observación.


Poder disfrutar de su presencia y tan cerca de mi ciudad fue algo extraordinario, ya que pude dedicar muchas horas semanales a conocer y aprender de sus comportamientos, algo fundamental para poder lograr las fotos que tanto soñé.

El primer día de espera no apareció antes del atardecer y creía que no iba a ser nada fácil poder avistarlo. El día anterior había visto un reporte en Proyecto Asio sobre su ubicación y no dudé en ir hasta el lugar.


La “magia” ocurrió el segundo día, cuando a las 18.12 hs del 26 de agosto lo vi salir del suelo. Allí estaba con su vuelo armonioso al ras del pastizal, concentrado en hallar alguna presa. La luz dorada del atardecer generó un ambiente perfecto para levantar mi cámara y comenzar a fotografiarlo, sólo quedaban unos pocos minutos para que iniciara la “hora azul” y el Lechuzón de Campo (Asio flammeus suinda) se hacía presente en Bahía Blanca.

Entre foto y foto las sensaciones eran muchas: alegría, sorpresa, admiración, disfrute. Estaba sucediendo, allí estaba provocándome esa “piel de gallina” típica de los momentos emocionantes y especiales que nos da la vida.


Con el pasar de los días siguieron las sorpresas, al punto tal de ser tres los individuos en el mismo sector. Posados o en vuelo, y desde distintas direcciones, sus movimientos eran fascinantes...

Transcurría la tercer semana de observación, y cayendo la noche, a eso de las 19.10hs, un cuarto lechuzón voló muy alto...

No podía creer que en ese pequeño “parche” de pastizal habitaran más individuos de los que creía.


Poco a poco fui notando una disminución de la actividad diurna de la especie y empecé a pensar que mis días fotografiando a los lechuzones iban llegando a su fin… viví intensamente cuatro semanas que jamás voy a olvidar y entendí más que nunca que la vida salvaje tiene sus tiempos, y que ser paciente y perseverante me enseña el valor de encuentros tan importantes con especies como Asio flammeus, porque así puedo entender, aunque sea un poco, sobre sus comportamientos y documentarlos.

Gracias al estudio y a la práctica constante de la fotografía de vida salvaje conocí lugares hermosos y muchas especies emblemáticas como el Puma, el Cóndor Andino o la Ballena Franca Austral, y este encuentro con el Lechuzón de Campo se asemeja a todos ellos, nada más y nada menos que a escasos kilómetros de mi casa…

Agradecido a Yamila Guzmán, Claudia Huizenga, Jorge Lusto y Tomás Paoloni que me acompañaron en distintos momentos de este maravilloso mes.


Los equipos que usé para lograr las fotografías fueron una cámara Sony Alpha 6600 y un lente Sony FE 200-600 mm F5.6-6.3 G OSS.

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